Nicolás Combarro, premio en PHotoEspaña, emplea las fotos como esculturas
ISABEL LAFONT - Madrid - 01/07/2008
No es un artista al uso. Y la forma en que Nicolás Combarro (A Coruña, 1979) se convirtió en eso, tampoco. Nunca estudió Bellas Artes, por ejemplo, sino Biología en Santiago y, luego, Comunicación Visual en Madrid. Demasiada teoría, recuerda ahora en la galería Moriarty, donde hasta el 15 de julio muestra su primera exposición individual, Línea de sombra, que acaba de ganar el Premio Festival Off Saab que concede PHotoEspaña entre todas las galerías participantes en la cita.
Combarro necesitaba un medio para mirar a su alrededor de otra manera y lo encontró en la fotografía. Aunque nunca la ha perseguido como un fin: "Me permite documentar mi mirada, pero no me siento un fotógrafo". Ha ido aprendiendo, dice, a medida que lo ha necesitado: "Creo en la formación de maestro a alumno, no en la formación académica". Su mentor en fotografía fue Alberto García-Alix. "Aunque lo que más he aprendido de él es de la vida", dice. Le acompañó a París durante el exilio voluntario que García-Alix buscó en 2003 para tratarse una enfermedad y alejarse de los malos hábitos. Allí, al tiempo que llevaba la obra de éste (lo que da de comer a Combarro es su trabajo como comisario), empezó a trabajar en la suya propia.
Empezó buscando la abstracción en la realidad y se la encontró en los pilotes de una autopista en construcción. Pero no sólo los fotografió. Sintió el impulso de intervenir y, entonces, al pintar franjas negras -"el no color"- en las construcciones vio a través del objetivo cómo las tres dimensiones se fundían en dos. Formas. Todo un universo que investigar con una cámara cargada con película en color de bajo contraste. "No me interesa capturar imágenes con una cámara digital. Tengo apego a lo material, a que exista algo tangible".
De ahí, un salto a la escultura, en apariencia -sólo- desconcertante. Moriarty exhibe tres piezas: un muro de ladrillos que parece estar a punto de desmoronarse, una montaña de tierra -"la construcción más básica, la mera acumulación de material"- con una frágil estructura de juncos en su cúspide, y una casa esencial que cuelga del techo, suspendida en el aire. Son la última estación del periplo creativo de Combarro. El lugar en el que sus fotografías parecen haber encontrado su fin.
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