lunes, 6 de agosto de 2007

el fotografo cubano que indigno al capo castro...


El fotografo que indignò a Fidel
Publicado en Al Día

Esta es la crónica de Cristóbal Herrera Ulashkevich, quien con
su cámara puso en evidencia el inicio de las debilidadesfísicas y mentales de Fidel Castro y cuyas imágenesrecorrieron el mundo, ganándose la “expulsión”de la isla que lo vio nacer hace 36 años.Aún cuando colegas le aconsejaron y fuera advertido desde el mismo régimen, Cristóbal Herrera Ulashkevich, un foto reportero con vasta experiencia profesional en trabajos para diversas publicaciones del gobierno cubano, reconoce que a la hora de transmitir al mundo sus polémicas fotos de Fidel Castro, pensó más en el orgullo del trabajo ejecutado que en su instinto de conservación.

Las imágenes que capturó, en labores como fotógrafo para Associated Press (AP), son cruciales e “inauguran” la etapa del declive del gobernante cubano: la primera fue del desmayo que sufriera mientras daba un discurso en un acto de masas en el municipio habanero del Cotorro en junio del 2001, y la otra, no menos impactante, su estrepitosa caída en la Plaza Che Guevara de Santa Clara, en octubre del 2004.

Estas fotos aparecieron, pocas horas después de tomadas, en las principales planas de los medios de todo el mundo, dándole un reconocido crédito al trabajo de Herrera Ulashkevich pero también colocándolo como desterrado del país donde nació.

El periodista Wilfredo Cancio Isla, de El Miami Herald lo entrevistó, “estoy condenado forzosamente al destierro” dijo Herrera, “el gobierno cubano me impidió regresar al país sin ofrecer explicaciones”. El fotógrafo vive en Miami con su esposa luego de viajar desde Costa Rica a México para cruzar la frontera y solicitar asilo político en suelo norteamericano: “No nos quedaba otra opción, este es el precio de hacer fotoperiodismo en Cuba”, dijo el “gráfico” quien se radicó en Florida junto a su esposa e hija de dos años, Victoria.

Historias mínimas de la fotografía en Cuba

La mayor parte de su carrera, Cristóbal Herrera Ulashkevich la pasó trabajando en Cuba, su último trabajo fue en la legendaria revista Bohemia de la que era fotógrafo, al tiempo tuvo la oportunidad de viajar a Ámsterdam, Holanda; para asistir a un taller internacional de jóvenes fotógrafos y que auspiciaba la organización World Press Photo (WPP), a raíz de este taller su trabajo fue conocido y en el año 2000 fue contratado por AP – La Habana, ahora sí que se conocerían sus fotografías.

Su primer trabajo con AP fue la cobertura del caso del niño balsero Elián González. Fue enviado a Cárdenas, ciudad natal del niño y desde allí realizó un interesante trabajo sobre la vida cotidiana del niño que desató una batalla legal y política entre Washington, La Habana y la comunidad exiliada de Miami.

Gracias a su desempeño, Herrera fue designado para cubrir actos públicos con la presencia de Fidel Castro, en estas andadas llegó el día en el Cotorro de la tribuna abierta, a pleno sol.

Herrera cree importantísimo el hecho de que estrenase cámara fotográfica ese día, cuestión que lo motivó a estar muy atento y activo en la cobertura del hecho.

Herrera le cuenta a Cancio que “cuando (Castro) llevaba como tres horas hablando, le acerco el foco y veo que tiene la cara muy roja, sudando mucho, y empieza a desafinarse, como apagándose”, recordó. “Entonces alerté a José Goitía, compañero fotógrafo de la AP) que el tipo se iba del aire de un momento a otro”.

Ese momento llegó y Herrera lo capturó.

Un reportero de la AFP se acercó para recomendarle que no enviara la foto “por el bien de su familia”, mientras que su compañero Goitía dejó a su conciencia esa responsabilidad. “Fue un momento muy tenso” indicó, “la generalidad de los casos es que los corresponsales entran por el aro y siguen la recomendación de los segurosos, pero en esta ocasión les tocó un joven medio loco y romántico, con más orgullo profesional que cordura”.

Tan sólo una hora transcurrió para que la fotografía estuviese en los espacios noticiosos del mundo.

“Cuando pasé la foto, le dije a la gente de AP en Nueva York que si ocurría algo me consiguieran una plaza en Serbia o Afganistán” ironizó. “Fue una suerte que antes había pasado unas cinco fotos del desmayo para la laptop, pues cuando llegamos a nuestras oficinas en La Habana, misteriosamente las computadoras borraron las tarjetas… Creo que perdí como 600 fotos que tiré ese día”.

Como era de esperarse, el equipo de seguridad del presidente cubano y las autoridades del Centro Internacional de Prensa (CIP) reforzaron los controles sobre los corresponsales de agencias extranjeras acreditadas en la isla. Por otro lado las agencias internacionales comenzaron a seguir con mayor delicadeza la salud del anciano de verde oliva, cuya salud mostraba ya señales obvias de deterioro.

Entre las “precauciones” tomadas por el CIP estuvo el hecho de que comenzaron a retrasar 10 segundos la salida de las transmisiones televisivas en vivo –en las que se incluía Castro.

El cerco de seguridad se hizo más hostil hacia la prensa extranjera.

Herrera comenta que en otras dos ocasiones, en el Palacio de las Convenciones de La Habana, el gobernante cubano tropezó en escalones, pero contando con la ayuda permanente de un guardia personal que lo sujetaba y no lo dejaba caer cada vez que subía o bajaba una escalera.

“Cuando se produce el acto en Santa Clara, la mayoría de los fotógrafos se fueron a transmitir las imágenes a sus agencias tan pronto terminó el discurso.

Teníamos poco espacio y estábamos muy mal situados, pero yo me quedé a esperar que bajara de la tarima y de pronto el hombre se me desaparece del visor… Ya estaba tirado en el piso”.

Sólo otros dos fotógrafos lograron imágenes de la caída: un fotógrafo veterano de la prensa oficial, y el fotorreportero de una agencia extranjera, quien consultó con la Seguridad del Estado si podía transmitirlas.

“La Seguridad se me tiró encima, pero yo les dije que tenía algo fuera de foco, nada que sirviera”, esta salida clásica de los foto periodistas en conflicto lo libró de los guardias, recuerda que “me quedé sin moverme del lugar para no despertar sospechas y cuando nos íbamos, logré transmitir con la laptop desde un matorral, a 50 metros entre el monumento al Che Guevara y el parqueo. Goitía me protegió simulando que orinaba, mientras yo, agachado, ponía la foto en un attachment (archivo adjunto) para enviarla por correo electrónico cuando llegara a La Habana”.

La osadía puso fin a las coberturas de Herrera en los eventos de alto nivel, profundizando la apatía hacia el discurso oficial que ya venía naciendo en Herrera: “En esos cuatro años me convertí en un desafecto del régimen”, confesó. “No resistía ni a Fidel Castro ni a Hugo Chávez; los discursos me parecían una burla a la inteligencia de la gente, y estar frente a (el canciller Felipe) Pérez Roque era como asistir a la actuación de un payaso mentiroso.

Comencé a hacer las cosas con oficio, pero no con corazón”.

En diciembre del 2004, cumpliendo una asignación relacionada con la disidencia interna, dos hombres se le acercaron identificándolo por su nombre y le sugirieron que debía tomar unas vacaciones fuera del país. “Estaba claro que no me querían allí y que no tenía otra alternativa que irme. Los papeles y los trámites se solucionaron de inmediato, lo que dejaba aún más claro de dónde venía la orden”

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