Bufonada en Venecia
Con varios meses de retraso, ya que el tradicional carnaval veneciano se celebra puntualmente en febrero de cada año, las “autoridades” de la cultura de la Pequeña Venecia decidieron enviar a una pareja de trasnochados bufones como representantes de nuestro país en la bienal de arte que desde hace más de un siglo se realiza en la Ciudad de los Canales.
Chavistas a rabiar –por convicción y aún más por conveniencia-, el venezolano Eloy Feria y su concubina francesa Françoise Vincent, co-fundadores de un círculo del terror en París, son ambos seudo artistas. En una reciente e insignificante exposición de Vincent + Feria –como se hacen llamar estos dos coleados, por ahora, en el arte venezolano- realizada en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, en un aviso construido con letras de neón, se leía Mister Danger, como claro ejemplo de su arrodillamiento ante el régimen y su adulancia nauseabunda hacia el inculto teniente coronel.
En una prestigiosa confrontación donde los países se esmeran en enviar a sus mejores artistas, a sus cuartos bates, Venezuela envía a dos oportunistas saltimbanquis que, aunque de quinta categoría –como el régimen autoritario y ladrón que representan- reflejan a cabalidad –y en esto acertaron bien quienes los escogieron- la situación actual de un país inmerso en la mayor crisis de su historia. Un país que se ha destacado por poseer creadores visuales de importancia internacional, donde actualmente hay jóvenes activos de indiscutible talento que nos pudieran representar muy dignamente y a la par de los mejores de otras naciones. Pero que irresponsablemente envía a la Bienal de Venecia a un dúo de facinerosos, de falsos artistas descaradamente arribistas por el sólo hecho de ser rojo, rojitos. Durante los cuarenta años de democracia, Venezuela estuvo representada en Venecia por maestros como Jesús Soto, Marisol, Carlos Cruz-Diez, Alejandro Otero, Omar Carreño, Jacobo Borges o Luisa Richter, y por artistas de posteriores generaciones como Roberto Obregón, Rolando Peña, Víctor Lucena, Julio Pacheco Rivas, Víctor Hugo Irazábal o Aziz + Cucher, entre otros. (Permanecerá por siempre como un error de importancia histórica el no haber enviado a Meyer Vaisman con su extraordinaria y profética obra “Verde por fuera, rojo por dentro”, hoy más vigente que nunca).
Mención aparte merece Antonio Briceño, el artista que incómodamente comparte el pabellón diseñado por el arquitecto veneciano Carlo Scarpa, con la dupla de arlequines Vincent + Feria. Sin duda superior a sus acompañantes seudo artistas, sus trabajos fotográficos, aunque correctamente ejecutados, sin embargo rememoran imágenes de calendarios para obsequios corporativos de fin de año, fotos posadas y trucadas más acorde para la revista National Geographic o, como escribió uno de los escasos visitantes al recinto venezolano en el libro de visitas colocado a la entrada del pabellón, “Me encantan sus fotografías porque se parecen a las de United Colors of Benetton”.
Resulta repugnante que personas que surgieron en el medio del arte antes de la “revolución cultural”, se sometan a las ideas descabelladas de su jefe inmediato, un ministro de la Cultura cuyo eje de gestión se ha sustentado en parámetros populistas, mediocres y baratos. En lo que concierne a nuestro arte, el daño que este régimen destructor le ha causado, ha sido demasiado grande. Todos esos funcionarios tendrán algún día –esperemos que más temprano que tarde- que responderle a la justicia. Y nunca es reiterado recordar que la justicia a veces tarda, pero llega.
Miguel Miguel
TalCual viernes 31 de agosto de 2007
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