viernes, 9 de marzo de 2007

revolucion es igual a retroceso...


Documentaria: Retroceso al siglo XIX


“Documentaria” es el título de la exposición con la cual la Galería de Arte Nacional conmemoró 30 años de fundada. Creada por Miguel Otero Silva, Alejandro Otero y el mejor pintor venezolano de tercera (por razones de asepsia y respeto al lector me abstengo de mencionar su nombre), la GAN llega a tres décadas de vida inmersa en la mayor crisis de su historia. Seis directores en igual número de años han pasado por el correctamente denominado “museo del arte venezolano”. Si tomamos como referencia la regla no escrita –pero suficientemente fundamentada- de la museología internacional que indica que para que un director de una institución museística comience a crearle un perfil definido y propio al museo que conduce, se necesitan por lo menos siete años continuos e ininterrumpidos de labor, el caso no sólo de la GAN sino de todos los museos de arte del Estado venezolano, resultan verdaderos descalabros.

Carente del más mínimo rigor, la instalación de la exhibición resultó ser lo más alejado de lo que la museografía contemporánea exige y requiere: limpieza espacial para una mejor lectura y comprensión de las obras expuestas. Piezas acumuladas unas al lado y encima de otras, salas oscuras, sucios ambientes, rótulos técnicos con datos errados, y algo insólito: ¡nombres de artistas mal escritos!, son algunas de las irrefutables irregularidades de una exposición que merecía mayor atención. Sólo dos ejemplos notorios: una emblemática vibración temprana de Soto, que obligatoriamente necesita ser colocada al nivel del ojo del espectador, fue montada muy por encima de éste; y la cada vez más importante video-escultura “In God We Trust” de Hernández-Diez, diseñada para ser instalada en un espacio en solitario, fue irresponsablemente ubicada rodeada de obras que la perturbaban. Como no pocas cosas que suceden actualmente en este país desgraciadamente desgobernado por mentes atrasadas, una concepción museística del siglo XIX.

De no haber sido tan marcado y profundo el abismo entre la descuidada “Documentaria” y la excelentemente curada y elegantemente instalada exposición organizada por la misma institución apenas diez años antes para celebrar sus primeras dos décadas de existencia, la más reciente de éstas ni siquiera merecía un comentario adverso. Pienso que los errores –y horrores- manifiestos en “Documentaria” deberían ser minuciosa y exhaustivamente registrados con el fin de crear un decálogo museológico a la inversa: las cosas que en museología y museografía jamás se deberían hacer.

Sin embargo, si me preguntaran qué calificación le otorgaría en una escala del 1 al 10 a “Documentaria”, sin pensarlo más de una vez respondería: 10 puntos. La máxima puntuación para un despliegue de obras que ilustran, desde los tiempos precolombinos hasta el arte contemporáneo de finales del siglo XX, la evolución diversa e incesante de las artes de una nación llamada Venezuela. Diez puntos netos para centenares de obras de arte que conforman una valiosa colección permanente que fue brusca y brutalmente truncada al iniciarse la hecatombe chavista, y formada en su totalidad durante la “podredumbre” de la Cuarta República, con conocimiento, profesionalismo, mucha pasión y visión de futuro por “escuálidos, golpistas, apátridas y contrarrevolucionarios”, entre los cuales con mucho orgullo me cuento.


Miguel Miguel

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