sábado, 28 de noviembre de 2009
El Ministerio de Cultura compra el archivo del fotógrafo Agustí Centelles por 700.000 euros
La Generalitat alega que es patrimonio cultural de Cataluña, por lo que se avecina un enfrentamiento entre las dos administraciones
NATALIA JUNQUERA - Madrid
Los hijos del fotógrafo Agustí Centelles, el gran retratista español de la Guerra Civil, han vendido al Ministerio de Cultura todo el archivo fotográfico de su padre por 700.000 euros, según ha sabido El País. La Generalitat de Cataluña se ha dirigido por carta a los hermanos para informarles de que consideran el archivo Patrimonio Nacional Cultural de Cataluña, por lo que se avecina un enfrentamiento entre las dos administraciones. Los hermanos Sergi y Octavi Centelles explican que rechazaron una oferta de Christies para adquirir el archivo por algo más de dinero (850.000 euros) a cambio de que el Ministerio de Cultura se comprometa a dar la mayor difusión posible de la obra de su padre.
Todo el material, unas 10.000 fotografías será llevado al centro de la memoria histórica de Salamanca, que dirige María José Turrión. Agustí Centelles, nacido en Valencia, pero que vivió desde muy niño en Cataluña, es considerado como un pionero del fotoperiodismo y le llaman el Robert Kapa español. Su hijo Octavi no está muy de acuerdo con esta definición: "Kapa era un fotógrafo retratando la guerra, Agustí Centelles fotografiaba su guerra mientras la perdía".
El próximo 1 de diciembre se cumplirán 20 años de la muerte del fotógrafo, que luchó contra viento y marea para preservar su material. "Durante el tiempo que pasó en el campo de concentración de Bram, en Francia, dormía abrazado a la maleta donde llevaba sus fotos y los demás pensaban que allí dentro debía tener oro o dinero", cuenta su hijo Sergi.
En 1939 logró un permiso para abandonar el campo de concentración. Después, empezaría a colaborar con la resistencia francesa, a la que ayudaba a elaborar pasaportes falsos. Cuando algunos de los miembros de la resistencia fueron detenidos, el laboratorio de Centelles fue desmantelado. Pero él había escondido los negativos en la buhardilla de una casa de Carcasona, donde vivía la familia que lo había escondido durante el exilio. Ellos custodiaron el archivo del fotógrafo cuando decidió volver a España, donde, por su pasado político, las autoridades franquistas le impidieron volver a ejercer el fotoperiodismo. Desde finales de los años 40 se dedicó a la fotografía de publicidad, realizando campañas para marcas como Coca Cola y Chupa Chups. No fue hasta 1976, después de la muerte de Franco, cuando decidió recuperar su archivo con las fotografías de la Guerra Civil que la familia de Carcasona seguía guardando. En 1984 se le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas , meses antes de su fallecimiento. El fotógrafo confesaba sentirse entonces "molesto porque las instituciones catalanas no han demostrado en ninguna ocasión el más mínimo interés por ello". "No es una cuestión económica la que reivindico, sino el interés por la recuperación de un patrimonio gráfico como el que poseo a través de tantos años de continuada dedicación", decía.
Al archivo recuperado se le sumaron en 2008 varios negativos ocultos en una caja de galletas que sus hijos hallaron en su laboratorio .
lunes, 23 de noviembre de 2009
Buenos Aires Photo 2009 Finalizó la feria y fue un éxito
4/11/2009 • Nicolás Rapetti
El 1º de noviembre finalizó la quinta edición de Buenos Aires Photo, la feria de arte dedicada a la fotografía más importante de América Latina
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sábado, 21 de noviembre de 2009
Esposo de Yoani Sánchez fue insultado y agredido
El marido de la bloguera cubana Yoani Sánchez dijo que fue golpeado el viernes por simpatizantes del Gobierno, el segundo roce del mes entre las autoridades y el pequeño movimiento de blogueros críticos del sistema.
Fotos: AP Foto/Javier Galeano
Reinaldo Escobar había desafiado a un “duelo verbal” el viernes en el centro de La Habana a un agente de la Seguridad del Estado al que acusó de agredir a su esposa el 6 de noviembre.
El periodista de 62 años dijo a Reuters que mientras esperaba aparecieron centenares de partidarios del Gobierno y comenzaron a gritar “Viva Fidel” y “Viva la revolución”.
“Allí se armó situación bélica en la que empezaron a darnos golpes, a empujarnos”, dijo por teléfono desde su apartamento en La Habana.
Escobar dijo que no resultó lastimado, pero que una turba de varios centenares de personas le tiró de los pelos, le rompió la camisa y le dio golpes con zapatos.
“Después me metieron en un automóvil y me dejaron lejos de allí”, dijo.
Estas son las imágenes del suceso:
Sánchez fue elogiada esta semana por el presidente Barack Obama por las crónicas sobre la vida en Cuba que publica en su blog Generación Y (www.desdecuba.com/generaciony), bloqueado en Cuba, pero muy popular fuera de la isla.
Poco después del incidente del viernes, el Gobierno cubano difundió una nota tomada del sitio web laRepublica.es bajo el título: “Jóvenes a ritmo de conga y gritos en favor de la revolución mandan callar al marido de la bloguera”.
El texto enviado por el Gobierno dice que Escobar fue sacado del lugar por agentes de la Seguridad del Estado “para que no sufriera la ira de un pueblo que se ha cansado de tantas provocaciones”.
Las autoridades cubanas no suelen comentar las acciones de sus opositores, a los que califican como “mercenarios” a sueldo de su enemigo, Estados Unidos.
Sánchez ha cobrado notoriedad fuera de Cuba con sus críticas crónicas. La revista Time la incluyó entre las 100 personalidades del 2008.
Obama la aplaudió esta semana al responder un cuestionario que ella le envió por email desde La Habana.
“Tu blog ofrece al mundo una ventana particular a las realidades de la vida cotidiana en Cuba”, escribió el presidente estadounidense.
Con información de Reuters
lunes, 16 de noviembre de 2009
Gervasio Sánchez fotografo premiado con el premio Ortega y Gasset en España... 2008
Diez años de guerra en Sierra Leona
Una guerra civil con 50.000 muertos
El bosnio Adis Smajic, dos días después de su accidente en 1996
Y durante su proceso de recuperación entre 1996 y 2007, en las imágenes de la derecha.-
Gervasio Sánchez – 25-11-2007
Adis Smajic con su novia, julio de 2007
Las minas antipersona cercenan la vida de 15.000 personas cada año.
Gervasio Sánchez
Tengo amigos que dicen que lo más difícil no es cubrir una guerra sino regresar y sentir la incomprensión de los despachos. Esto es muy duro.
Con lo fácil que es acercarte a una persona y acariciarle la mejilla, con lo fácil que es gestionar el cariño y lo difícil que es para algunas personas…
Mutilación
La brutalidad del conflicto quedó impresa en la carne de cientos de víctimas. La mutilación es uno de los tres aspectos en los que se estructura el recorrido visual de Sánchez (Premio Ortega y Gasset 2008 de periodismo) por el conflicto del país africano. En la imagen, el joven Silvester Moseray, muestra la cicatriz de un golpe de machete en el rostro.- GERVASIO SÁNCHEZ – 30-05-2008
mediante la fotografía del calvario que padecen las víctimas de las minas antipersonas y por su infatigable promoción de una cultura de la paz al sensibilizar a la opinión pública mundial sobre la necesidad de proscribir estas armas y de ayudar a los mutilados a reinsertarse en la vida cotidiana».
Ni el propio diario El País, ni absolutamente ningún otro medio de comunicación ha tenido todavía los cojones suficientes para publicar este discurso.
Ninguno.
“Me avergüenzo de mis representantes políticos”
Estimados miembros del jurado, señoras y señores:
Es para mí un gran honor recibir el Premio Ortega y Gasset de Fotografía convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos iniciáticas de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de Sarajevo.
Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos de la historia, tengan
un espacio donde llorar y gritar.
No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años y permitir que el proyecto Vidas Minadas al que pertenece la fotografía premiada tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.
Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.
Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad.
Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño:
que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.
domingo, 8 de noviembre de 2009
Radiografía del nuevo Cartucho El Bronx o la calle miseria Por: Laura Ardila Arrieta
En la quinta paila del infierno el peor tormento es el olor. Una hediondez insoportable mezcla de cloaca, sudor rancio, ropa muy mugrienta, comida descompuesta y droga —¿marihuana?, ¿basuco?, ¿ladrillo?—. Principalmente droga. Vaharadas imposibles que emanan de bocas sucias, sin dientes, asediando los ojos, la cara, todos los sentidos, y dejándolo a uno con nada más que ganas de salir corriendo de ahí. Frente a ese hedor ni siquiera resultan tan espantosos los rostros amenazantes, las manos que empuñan cuchillos o las voces que lanzan intimidaciones en este lugar de miedo. La fetidez es la madre de todas las pesadillas.
Unos eternos minutos después, cuando uno se adapta o cree que se adaptó al olor, tiene la capacidad de escuchar los pitos aterradores de los rincones que advierten la presencia de un intruso. Son unos diez hombres, los llaman “los campaneros” y su misión consiste en tocar con todas sus fuerzas los silbatos que cuelgan de sus cuellos cada vez que se acerca alguien que no es de por allí, especialmente si se trata de la Policía.
Hoy, en el sector deprimido de Bogotá llamado el Bronx los silbidos se escuchan más que nunca. Una camioneta y dos vehículos tipo Van de la Policía Metropolitana se han aparcado justo enfrente de una de las entradas de la zona, que va de las calles 9ª a la 10ª entre carreras 15A y 15B formando una especie de letra P. Mal contados, 30 hombres de verde bajan guiados por el mismísimo Comandante de la localidad de Mártires, el mayor Carlos Alberto Vanegas, y se disponen a entrar.
Los pitos suenan. Un hombre corre, mientras otro, cigarrillo de quién sabe qué en mano, le sonríe al Mayor: “Queremos la paz, no se nos lleve la marihuanita”. Más allá, unas mujeres gritan que venden migas de torta a $100 la bolsita. Por toda la cuadra se ven rústicos locales hechos con palos de madera y techos de cinc. De algunos cuelgan festones alusivos al Halloween. Un joven levanta del andén el colchón mugriento en el que estaba durmiendo, se estira. De una bodega, al parecer de reciclaje, sale un camión. Un viejo me ofrece una porción de papas fritas en una caja marca McDonald’s: a $500 directo desde la basura. Los pitos siguen sonando. A pesar de eso, decenas de seres duermen en el piso con la cara al sol. Es el retrato de la miseria humana.
La situación se mantendrá en tensa calma porque el Mayor y sus hombres no están en operativo. Aunque bien podrían estarlo, ya que éstos se realizan en grupos grandes como ahora. “Si uno no va a hacer nada puede entrar de a dos, pero si uno va a pisarle los callos a alguien se forma el desorden. Por eso las operaciones de búsqueda de droga las organizamos con muchos efectivos”.
Cada 15 días, en promedio, con estas acciones la Policía les cae de sorpresa a los habitantes del Bronx. Cada 15 días, en promedio, los silbatos chillan. Cada 15 días, más o menos, hay amenaza de asonada y provocaciones, y más manos que empuñan cuchillos. Cada 15 días, y aun cuando no haya operativo como ahora, desde alguna ventana de la calle un hombre, o varios, vigilan atentos todo el panorama. A éstos los llaman “los sayayines” y son los dueños del lugar. Deciden quién entra, quién puede comerciar, a qué horas abre el negocio y hasta en qué rincón se puede dormir o comer. Si uno pregunta por ellos, nadie dará razón. Sus identidades son un misterio.
El peluquero de los indigentes
En el Bronx los operativos policiales no suelen durar mucho tiempo. “Se ponen muy agresivos, así que las pruebas que uno no corone en cinco minutos ya no las alcanza a coronar”, dice el Mayor Vanegas.
Hace un año, a Luis Eduardo Ortiz le tocó soportar una acción de las autoridades que tardó más de una hora. El hombre de 44 años quedó encerrado en su rancho justo cuando la Policía empezó a lanzar gases lacrimógenos. Dice que es su peor anécdota luego de siete años en la zona.