ÓSCAR GUTIÉRREZ - Madrid - 26/10/2010
La historia cubana de Bazan, cortada de raíz por el régimen en julio de 2006, es la historia de dos amores. Por lo menos. El primero es el que hizo al fotógrafo amante del blanco y negro enamorarse de la isla. "Cuando llegué a Cuba sentí que estaba en el Palermo donde me había criado" recuerda Bazan con la mirada perdida en la memoria. "Esa extraordinaria vida coral que hay en las calles, ya no se vive ni en España ni en Italia ni en Europa. Cuando encontré todo eso en La Habana me enamoré perdidamente de la isla y de su pueblo". Y dentro de su pueblo, de una mujer, Sissy, con la que vive junto a sus dos gemelos en México. El segundo amor.
La búsqueda de la infancia siciliana
Bazan tomó una cámara por primera vez a los 14 años. Con ella inmortalizó una Sicilia rural, una tierra que hoy recuerda a través de su infancia -"muy feliz a diferencia de la de muchos fotógrafos para los que fue terrible", dice con sorna-, el campo, su padres y primos, su abuela y los paseos por la calle para ir a comprar. Con esos recuerdos son con los que se topó el fotógrafo italiano a su llegada a Cuba en 1992 y por los que se quiso quedar para siempre. Aunque no lo lograse. "En Cuba me di cuenta de que durante toda mi vida fotográfica estaba buscando mi niñez siciliana en el campo". Algo de todo eso hay, no solo en la serie de fotografías tiradas en Cuba, sino también en las que Bazan realizó en Estados Unidos, Perú, México, Brasil...
El libro BazanCuba, presentado en colaboración con la Federación Española de de Asociaciones de Periodistas (FAPE), describe en 118 fotografías en blanco y negro lo que su autor llama la "poesía de nuestra vida cotidiana". Lírica que refleja también la crudeza del Periodo Especial -así lo califico Fidel Castro- que vivió la isla, tiempo de miseria que acentuó la caída de la URSS y que recibió al fotógrafo a su llegada. "Lo que busco desde que empecé -madura sobre la marcha Bazan- es fotografiar lo más banal, lo más obvio, lo anodino". Palabras de tonos grises que, sin embargo, sugieren a lo largo de las páginas vida, música, calle, imaginación, pena, dolor, belleza, sensualidad, naturalidad... Imágenes que Bazan ya no puede ver con sus propios ojos desde que el régimen le pidiera hace cuatro años salir del país por impartir talleres de periodismo.
El año próximo, precisamente con la ayuda de los alumnos de sus clases, Bazan publicará Al campo, segundo libro dedicado a la isla caribeña en la que todavía sospecha que se crió durante otra vida.
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